Instante





Me sorprendí a mi misma contando ensimismada los pelos de su flequillo alborotado. Las piernas entrelazadas, congestionadas por el contacto, sintiendo su color, su textura, su alma.  Piel con piel, cada poro encaja con una simetría casi perfecta, al son de una especie de melodía silenciosa, rítmica, pero a la vez  independiente de la respiración acompasada que nos mece. Es imposible saber el por qué de esa emoción tan pura, tan calmada, ese bienestar tan obsoleto que me impide despegar mis brillantes pupilas de ese flequillo. Sin esforzarme por darle sentido a la armonía, sigo contando.

Es entonces cuando me doy cuenta, él también me mira, y la inmediatez me brinda el regalo de saber que está contando los lunares de mi cuello.

H.

Comentarios