Benancio y sus gallinas


Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola. Y como nunca fui muy dado a vender cosas, me tuve que hacer pianista. ¡Menudo panorama! Toda la granja funcionando al son de mis dedos danzarines, que cada día iban cogiendo más práctica a aquello del piano. Al final, hasta las gallinas hicieron su propia coreografía. No es broma, hablo muy en serio. Pocas semanas después, ya actuábamos en los pueblos colindantes, mis gallinas y yo. ¡Vaya un éxito que tuvimos! El único problema, fue que mi huerto dejó de hacer pianos, y se puso como loco a producir castañuelas... y como bailarín folclórico, dejó bastante más que desear.



Comentarios